Comentario
El tráfico negrero siguió transportando africanos a Hispanoamérica. Primero los llevó la Compañía francesa de Guinea (primera década del siglo), luego la Compañía inglesa de la Mar del Sur (tuvo el monopolio desde el Tratado de Utrecht hasta la guerra de la Oreja) y finalmente toda clase de compañías asentistas, alguna incluso española. Hasta hace unos años se creía que el ritmo había decrecido en la segunda mitad del siglo, pero Curtin ha comprobado todo lo contrario. Este historiador sostiene que entre 1701 y 1760 entraron 271.200 esclavos en Hispanoamérica, lo que da una media anual de 4.520. Durante el período comprendido entre 1761 y 1810 entraron 307.400 esclavos, lo que arroja una media de 6.148 anuales, superior, como vemos, a la media anterior. La revolución de los negros haitianos contra los blancos repercutió en toda el área circumcaribe y los plantadores criollos trataron de frenar la importación de esclavos, en contra de sus intereses, y contra la misma política sostenida por las autoridades españolas. Algunas sublevaciones de esclavos ocurridas en Coro, Cartagena y Maracaibo a fines del siglo XVIII les dieron la razón sobre el peligro. En la primera de ellas, el zambo José Chirinos (1795?99) reivindicó la libertad de los esclavos y algunas ideas de carácter jacobino.
Los negros seguían divididos en las dos categorías de esclavos y libres. Los principios religiosos y la labor de la Iglesia de casar y bautizar a los esclavos hizo que éstos tuvieran una existencia algo menos inhumana que en otras colonias. Los terratenientes destinaban gran número de esclavos al servicio doméstico en sus casas. En cuanto al número de libres era muy considerable. En Cuba, los libres eran el 41% de la población de color en 1774 (llegaron a ser el 46% en 1817), en la provincia de Lima eran unos 18.000 (1795) y en la provincia de Caracas suponían el 8% de la población total.